Manejaban en silencio, tensos.

—Ya estuvo —dijo Sofi, girando la perilla hasta su estación de reguetón.

—¡No mames, otra vez esa mamada! —protestó Diego, cambiando a su rock de los 90.

—¡Siempre pones a puros ruquitos gritando! —gruñó Sofi, regresando el reguetón.

—¡Pues mejor eso que tu pinche “bebecita, bebelín” a todo volumen!

Empezaron a pelear con la perilla como si fuera una batalla épica.

De repente, la radio soltó un chillido raro… y murió.

Se quedaron callados.

—Bueno… estábamos mejor en silencio —dijo Diego.

—Simón… —murmuró Sofi, cruzándose de brazos.