
—Oye, ¿qué pasaría si un niño se muriera? —preguntó Julián de repente, mientras hacía una torre con bloques de madera en la alfombra.
Su hermano menor, Emiliano, levantó la vista de sus carritos y frunció el ceño.
—¿Por qué preguntas eso?
—No sé… Lo pensé. Porque los abuelitos cuando se mueren ya están grandes. Pero, ¿y si se muere un niño?
Emiliano dejó el carrito en el suelo y se acomodó mejor en el sillón.
—Pues… yo creo que vuelve a nacer —dijo, cruzando los brazos.
—¿Así igualito? —preguntó Julián, moviendo un bloque.
—No, en otro lugar, en otra familia. Pero sin recordar nada. Como cuando empiezas un videojuego nuevo.
Julián hizo una mueca. —Pero eso está medio feo. ¿Y si tenía su familia y la quería mucho?
Emiliano se encogió de hombros. —No se va a acordar, así que no va a estar triste.
Julián no quedó convencido.
—Pero entonces… ¿si un niño muere nunca crece?
—Pues no, porque ya no está aquí.
—¿Pero y si en la otra vida sí crece?
Emiliano se quedó pensando, mordiéndose el labio.
—A lo mejor en el cielo sí crece —dijo finalmente.
—¿Como un árbol? —preguntó Julián, entrecerrando los ojos.
—¡No! Como una persona normal. Pero en el cielo.
—¿Entonces crece hasta ser un señor?
—Sí… pero un señor feliz. De esos que siempre están contentos.
Julián movió su torre de bloques, acomodando los más grandes abajo.
—No sé si me gusta eso.
—¿Por qué? —preguntó Emiliano.
—Porque si un niño crece en el cielo, entonces cuando su familia llegue ya no lo va a reconocer.
Emiliano abrió mucho los ojos.
—¡Ah, no lo había pensado!
—Imagínate que una mamá se muere y busca a su hijito, pero él ya es un señor y no se acuerda de que era su hijo.
Emiliano hizo una cara preocupada. —Eso estaría triste.
—Sí… —Julián suspiró y se quedó mirando su torre.
El cuarto se quedó en silencio un momento.
—¿Y si no crece? —preguntó Emiliano de repente.
Julián lo miró, intrigado. —¿Cómo?
—Si un niño muere, a lo mejor se queda niño para siempre.
—¿Pero y si se aburre de ser niño?
Emiliano parpadeó. —¿Te puedes aburrir de ser niño?
Julián lo pensó un poco y luego negó con la cabeza.
—No sé… pero si se queda niño para siempre, ¿qué hace?
—Pues jugar.
—¿Y si no tiene con quién jugar?
Emiliano frunció los labios.
—Yo creo que Dios juega con él.
Julián levantó una ceja. —¿Dios juega?
—Sí. ¿Por qué no? A lo mejor sí le gusta jugar.
—Mmm… no sé. Se ve muy serio en las fotos.
—¡Porque esas son fotos de los grandes! Pero a los niños sí les debe sonreír.
Julián apoyó la barbilla en sus rodillas.
—Entonces… ¿si un niño se muere puede nacer de nuevo, o crecer en el cielo, o quedarse niño jugando con Dios?
Emiliano asintió con mucha seguridad.
—Yo creo que puede elegir.
—¿Elegir?
—Sí, como cuando eliges un dulce en la tienda.
Julián se quedó pensando.
—Entonces yo creo que elegiría quedarme niño.
—¿Por qué?
—Porque si me quedo niño, cuando mi familia llegue me van a reconocer.
Emiliano sonrió. —Sí, eso está bonito.
Julián también sonrió. —¿Y tú qué elegirías?
Emiliano se encogió de hombros. —No sé… pero creo que sí me gustaría que Dios me hiciera reír.
—Yo le pediría que me dejara jugar en una nube.
—¡Como si fuera una cama elástica!
Se quedaron callados, imaginando el cielo lleno de niños saltando en las nubes.
—Oye, Julián…
—¿Qué?
—¿Por qué estábamos hablando de esto?
Julián se rascó la cabeza.
—No sé, se me ocurrió.
Emiliano se quedó viéndolo con ojos entrecerrados.
—No te vayas a morir, ¿eh?
Julián rodó los ojos. —No seas menso, no me voy a morir.
—Bueno, pero si te mueres, avísame en mis sueños.
Julián le dio un zape suave en la cabeza. —¡No digas cosas raras!
Emiliano se rió. —Es que si te mueres y me avisas en mi sueño, yo te cuento cómo están todos aquí.
Julián sonrió, conmovido.
—Bueno, pero si tú te mueres primero, también avísame.
—¡Prometido!
Chocaron sus manos como si estuvieran haciendo un trato muy importante.
Luego siguieron jugando, como si la conversación nunca hubiera pasado.
Afuera, el sol se empezaba a esconder y las luces de la casa se encendieron.
En algún lugar del cielo, tal vez Dios los estaba escuchando y sonriendo.
O tal vez estaba preparando una nube saltarina, por si algún día uno de ellos la necesitaba.

Deja un comentario